Por qué un Nobel para antropólogos forenses argentinos
Hugo Kofman*
El
Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) se ha ganado un amplio
prestigio internacional en la difícil tarea de localizar e identificar restos
de personas desaparecidas. Cuestión que podría naturalmente atribuirse al hecho
de que en Argentina, durante la última dictadura, tuvimos 30.000 desaparecidos
y asesinados, y esa organización aportó mucho en la recuperación y en las
identidades de muchos cuerpos que los genocidas intentaron ocultar para
siempre. También actuaron en muchos casos de desapariciones recientes, y
avanzaron en la identificación de los restos de los soldados inhumados en
Malvinas.
Lo
anterior no alcanzaría a explicar por qué se requirió el aporte del EAAF en 50
países del mundo, y que entre otras cosas haya identificado los restos del Che
Guevara en Bolivia. Se puede hablar de una excelente formación académica, también
de una gran experiencia acumulada desde 1984, que fue su año de fundación. Pero
lo más destacable es su fuerte vocación de servicio a la comunidad, sus
convicciones humanísticas y su disposición a emprender los trabajos de campo
aun en las condiciones más adversas y hasta peligrosas, como en el caso de
México con los 43 desaparecidos por los narcos en Ayotzinapa. Posiblemente lo
importante sea una notable combinación de los factores mencionados, a lo que hay
que sumar el valor que le dan sus investigadores a los testimonios de los
habitantes de cada lugar. Además de su predisposición a brindar charlas explicativas
para jóvenes estudiantes.
Tuve el
privilegio de colaborar en trabajos del EAAF en el Campo Militar San Pedro en
2018, posteriores a su hallazgo de la fosa con restos de ocho militantes en
2010. Con un presupuesto muy reducido, alojados en una casa alquilada, casi
vacía, de Laguna Paiva y con el calor del mes de febrero, dos antropólogos
dirigieron sondeos con pala vizcachera en el monte nativo, y excavaciones con
retroexcavadora en zona desmontada. Mientras el conductor guiaba la máquina
desde una cabina con aire acondicionado, el profesional caminaba observando la
excavación desde el mismo terreno, al rayo del sol durante horas. Siempre con
la esperanza puesta en un hallazgo que llevara algo de alivio a algún familiar
de un desaparecido. Así lo he visto a
Juan Nóbile, quien es también profesor de Historia en San Lorenzo, y de
Antropología en la UNR. También a Leonardo Ovando, quien también solía empuñar
un machete para despejar zonas de monte para los sondeos a pala.
Los
antropólogos del EAAF son capaces de combinar lo más avanzado del conocimiento
académico con el saber popular, poner la ciencia al servicio de quienes más la
necesiten en la comunidad, y dar un testimonio de su compromiso poniendo su
propio cuerpo en la tarea. Por eso, por todo lo que vienen logrando con muy
escasos recursos, y por lo que aún queda por hacer, tendrían más que merecido
el premio Nobel de la Paz para el que han sido nominados. Cuestión que además
permitiría potenciar sus imprescindibles tareas.
* Integrante de
Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y del Foro contra
la Impunidad y por la Justicia de Santa Fe