Susana Miranda y Ariel Morandi eran enfermeros que, junto con Olga Moyano, trabajaban en el Sanatorio Plaza de Rosario, de donde fueron secuestrados el 11 de mayo de 1978. Una joven pareja de militantes del peronismo revolucionario que, a riesgo de su vida, seguían resistiendo a la dictadura. Aunque Ariel, en medio de la tortura, les gritaba a los verdugos que Olga no era militante, los tres fueron cruelmente martirizados. Olga logró salir con vida y, muchos años después, pudo testificar en los juicios de lesa humanidad. Sostiene hasta el presente un compromiso de lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia para sus compañeros y compañeras, y en especial por los derechos de los más humildes.
Conocí a Olga en 2013, en la presentación de mi libro “Mirar la Tierra hasta Encontrarte”, que mencionaba el caso de los enfermeros de Rosario. Se acercó y me confirmó que Nadia, como decían a Susana Miranda, usaba suecos y una cadenita en la época en que la secuestraron y la llevaron junto a Ariel al campo militar San Pedro. Ahí había un punto de contacto con el testimonio de Carlos Castellano, el ex encargado civil del campo. En 1985 le había contado a su amigo Juan Marocco que al lado de lo que él llamaba la “fosa chica” había un ceibo con una bala incrustada y al pie del mismo un sueco, una cadenita y sangre, tal como quedó registrado en el cuaderno de notas de Juan, del que nos llegó una copia. Aunque en 2006, cuando lo entrevistamos a Carlos, reiteró todo salvo lo de la sangre.
Con Marcelo y Sergio habíamos llegado a la casa de Castellano en la localidad santafesina de “Soledad”, portando una copia del plano del campo que nos había dado Juan Marocco, lo cual nos facilitó establecer una relación de confianza con “el entrerriano”. Juan, siendo concejal de Laguna Paiva, había hecho de intermediario entre Carlos y los abogados de la ex CONADEP. En ese mapa, habían dibujado a lápiz el sendero de monte a través del cual llegaron en tractor al lugar de la “fosa chica”, a la que representaron con un círculo y una cruz en el centro. Al igual que a otros tres lugares a los que el testigo señaló también como lugares de enterramientos clandestinos
En ese momento desconocíamos las declaraciones que el represor Eduardo Costanzo había realizado en febrero de 2006, en la investigación de una causa de Lesa Humanidad de Rosario. El ex Personal Civil de Inteligencia del Ejército, integrante de la patota de Amelong, no había acatado el pacto de silencio que establecían los genocidas, y aportó abundante información, buena parte de la cual luego fue corroborada. Entre otras cosas, relató el secuestro de los tres prisioneros, y que a Ariel y Nadia, luego de torturarlos, los habían llevado “a un campo”. Primero en dos autos hasta Santa Fe, uno de los cuales, el que llevaba a Nadia, manejado por él mismo. En el otro llevaron a Ariel. Dijo que en Santa Fe pasaron los prisioneros a sendos camiones Unimog, que Ariel llegó muerto al campo y que a Nadia, por orden del militar Jáuregui “la fusilaron atada a un palo”.
Años después, cuando tuve la oportunidad de conocer el expediente de la causa, me enteré de un testimonio judicial de 2013, que quizás se refería a Nadia. Un trabajador rural que recorría el campo para controlar el ganado había observado el cuerpo de una mujer, que habían enterrado a escasa profundidad, y la lluvia del día anterior lo había descubierto parcialmente. El lugar coincide con el señalado por Castellano, aunque dijo que se trataba de dos fosas individuales. El relato tuvo posteriormente un registro fílmico realizado por el profesor Marcelo Allende, con detalles desgarradores, y se ha publicado parcialmente
En 1985, tal como se relata en el libro mencionado, a mi me había tocado realizar el traslado desde Laguna Paiva hasta Santa Fe de un sobrecito de papel que contenía huesos pequeños como falanges de una mano y una uña visiblemente humana, aparentemente de mujer. Esos restos habían sido extraídos de una pequeña excavación que hizo Castellano en el lugar de la fosa chica e iban destinados como prueba para la Ex CONADEP. Siempre me pregunté si esos huesitos no habrían pertenecido a Nadia, aunque no fueron conservados, al igual que la cadenita y el sueco.
La búsqueda en el campo San Pedro
En septiembre de 2006, cuando entramos con Sergio, Marcelo y Carlos Castellano al campo, lo hicimos por su zona sur, buscando el lugar que él mencionaba como “fosa grande”. Ni intentamos acercarnos al lugar de la “fosa chica” en la parte norte del campo, porque esa área había sido desmontada para siembra y nos podían ver desde la casona de la estancia. Además, el sendero de monte o “picada”, que era la principal referencia, ya no existía
En 2012, la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia nos facilitó una foto aérea digitalizada de la mayor parte del campo, del año 1986. Superponiendo esa foto a la imagen de Google Earth, logramos observar nítidamente la picada y, por lo tanto, obtener coordenadas de sus distintos puntos. También corroboramos el testimonio de Castellano sobre el lugar de la fosa grande, ya que en 2010 el EAAF había encontrado una fosa común con ocho cuerpos a 300 metros del señalamiento, y se podía pensar que se trataba de una imprecisión del ex encargado civil del campo.
En ese momento el EAAF había agotado los recursos económicos asignados y la investigación se había detenido. Tuvieron que pasar seis años más, hasta 2018, para que se retome, por impulso de los organismos de derechos humanos, la constitución de Nadia Schujmann como querellante y los apoyos del EAAF y de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, que aportó los recursos económicos.
Ya en 2011, el EAAF había hecho un intento de encontrar la fosa chica. En base a cierto testimonio excavaron con retroexcavadora un cuadrado de un área casi de una hectárea, el que luego corroboramos tomaba una fracción de la antigua picada. Según el nuevo testigo, el lugar estaba muy al Este. De modo que indicó una zona más hacia el Oeste, la cual se excavó en una franja de 30 metros de ancho y 120 metros de longitud en 2018. Entre ambas zonas excavadas quedó un rectángulo de casi 200 metros de longitud sin explorar, lo cual solicitamos y luego se realizó
En 2023, el EAAF estudió esa zona con georradar, sin llegar a resultados. Había al respecto algunos factores que conspiraban contra la investigación. Quizás lo más importante fue la posibilidad de que los huesos enterrados a poca profundidad hubieran sido removidos o triturados por el desmonte y el trabajo agrícola posterior. Hubo rumores al respecto, provenientes del nuevo testigo. También había algunos árboles grandes de renuevo en la zona, que no permitieron que la exploración fuera exhaustiva.
El último intento fue realizado por nosotros entre 2024 y 2025, a través de perforaciones con hoyadora en algunas zonas donde pudieron existir claros del monte en la época de los enterramientos, ya que eso nos indicaba el testimonio. Solo en una oportunidad encontramos cuatro fragmentos de huesos, que fueron enviados al EAAF, quienes descartaron que se tratara de restos humanos. Desde entonces, la investigación en la zona no tuvo nuevos avances, salvo otro testimonio difuso sobre la existencia de esa fosa y algunos más en la zona.
Los buscando
El hecho de que actualmente hayamos centrado las tareas de búsqueda en otras zonas, no significa que a ésta la hayamos abandonado. Quizás de otra manera volveremos por Nadia y Ariel y por todos y todos los que nos falta encontrar. Además de la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, sus sacrificios por una patria con vida digna para todos más que lo merecen.
Hugo Kofman
19/11/2025
















